Lo que vemos, lo que creemos y lo que somos: redes sociales y autoimagen
- oriol Burgès Gascón
- 4 abr
- 4 Min. de lectura
Las redes sociales forman parte de nuestra vida diaria. A través de ellas nos comunicamos, compartimos momentos y accedemos a información en segundos. Una parte importante de nuestras relaciones se construye en estos espacios, influyendo en la manera en que interactuamos, en la información que asimilamos y en la percepción que tenemos de nosotros mismos y de los demás.

Las redes nos ofrecen múltiples beneficios, pero también pueden generar ansiedad y afectar nuestra autoestima. La exposición continua a estándares de belleza irrealistas, imágenes retocadas y versiones editadas de la realidad nos lleva a una comparación constante, lo que puede generar insatisfacción con nuestra apariencia, afectando la relación con nuestro cuerpo y fomentando inseguridades.
El reflejo distorsionado: redes sociales y autoimagen
Compararnos con los demás es un comportamiento natural, ya que nos ayuda a ubicarnos dentro de nuestro entorno y aprender de quienes nos rodean. Sin embargo, en la era digital, este fenómeno se ha intensificado, afectando nuestra percepción personal.
En redes sociales, estamos constantemente expuestos a imágenes aesthetic, cuidadosamente seleccionadas: cuerpos trabajados, pieles impecables y rostros simétricos. La constante exposición a estos contenidos puede generar una sensación de insuficiencia y frustración, ya que nos enfrentamos a imágenes que resaltan lo que no somos o lo que aún no hemos alcanzado, pero nos gustaría ser. Cuando la comparación se basa en estándares estéticos irreales o inalcanzables, podemos internalizar la idea de que no somos lo suficientemente atractivos, delgados, musculosos o jóvenes. Esto puede desencadenar pensamientos como “no soy tan flaca como ella”, “mi piel no está así de lisa” o “nunca voy a tener ese cuerpo”. También puede generar preocupaciones en torno a la alimentación o el ejercicio, como “debería comer menos para verme así” o “nunca voy a alcanzar ese físico”. Estas ideas afectan nuestra autoestima y bienestar emocional, reforzando una imagen negativa de nosotros mismos.
El problema se agrava con el funcionamiento del algoritmo de las redes sociales, que no solo detecta lo que nos gusta, sino también lo que anhelamos y lo que nos preocupa. Al hacerlo, nos expone repetidamente a contenido que toca directamente nuestros puntos de inseguridad, amplificando la comparación y reforzando nuestras inseguridades. Además, el sistema de “me gusta” y comentarios refuerza la necesidad de validación externa. Nos acostumbramos a medir nuestro valor en función de la aprobación que recibimos en redes, lo que puede generar un círculo vicioso de dependencia y frustración.
Diversos estudios han demostrado que el uso excesivo de redes sociales está vinculado con un aumento de la ansiedad, la depresión y la insatisfacción corporal. Por ello, es fundamental tomar conciencia de cómo interactuamos con estas plataformas y aplicar estrategias que nos ayuden a preservar nuestra autoestima.
Cómo proteger nuestra autoestima en el entorno digital
La comparación en redes sociales es casi inevitable, pero podemos gestionarla de manera consciente para preservar nuestra autoestima. Existen estrategias que nos permiten protegernos frente a los contenidos idealizados con los que nos encontramos en ellas. Algunas de las que pueden ser útiles incluyen:
Tomar conciencia y cuestionar lo que vemos
Muchas veces, la comparación surge de manera automática, sin que nos demos cuenta. “¿Por qué no me veo así?”, “¿Por qué yo no puedo comer así de saludable?”, “Mi cuerpo no es como el de ella”. El primer paso es identificar este tipo de pensamientos y cuestionar la veracidad de lo que vemos. ¿Esta imagen refleja realmente cómo es esta persona en su día a día? ¿Cuántos retoques, filtros o edición hay detrás de lo que estoy viendo? ¿Qué partes de su cuerpo o de su vida no están siendo mostradas? ¿Qué está tratando de comunicar esta persona sobre su apariencia, y qué expectativas está creando en mí? Es importante recordar que muchas publicaciones han sido editadas o filtradas, y que solo muestran una fracción selectiva de la realidad. Cuestionar lo que consumimos nos ayuda a reducir la influencia de estos contenidos en nuestra percepción.
Redefinir nuestros estándares
Se trata de dejar de compararnos con una vara ajena y alejarnos de comparaciones superficiales que solo se basan en resultados, sin considerar el progreso. Debemos valorar lo que realmente es importante para nosotros, y plantearnos objetivos que sean coherentes con nuestra realidad, quiénes somos y lo que nos hace sentir bien. Las realidades son diversas, y nuestros estándares deben reflejar esa diversidad.
Regular el tiempo en redes
Limitar el tiempo que pasamos en redes puede reducir la ansiedad relacionada con nuestra apariencia. Ajustar las notificaciones, reorganizar las aplicaciones y definir momentos específicos para usar las redes son formas de gestionar el tiempo online y desconectarnos de la constante comparación. Hacer pausas digitales o eliminar aplicaciones también puede contribuir a mejorar nuestra relación con las redes sociales.
Elegir el contenido que consumimos
Es fundamental seguir cuentas que nos inspiren y aporten valor. Si una cuenta nos hace sentir mal, nos lleva a compararnos o nos genera inseguridad, es hora de reflexionar sobre su impacto y actuar. Podemos elegir silenciarla o, incluso, eliminarla. Hacer una "limpieza" digital, nos ayuda a crear un espacio más seguro para nuestra autoestima.
Practicar la autocompasión
Ser amables con nosotros mismos es fundamental para fortalecer nuestra autoimagen. Es natural que surjan inseguridades y que haya aspectos de nosotros que no nos gusten, pero una cosa es reconocerlos y otra muy distinta castigarnos por ellos. En lugar de enfocarnos en lo que nos falta, podemos centrarnos en nuestras cualidades y aprender a hablarnos con la misma amabilidad, paciencia y comprensión con la que trataríamos a alguien que queremos. Una relación sana con nosotros mismos no se basa en alcanzar resultados perfectos, sino en la capacidad de mirarnos con respeto y cariño, incluso en nuestros días más difíciles.
Cuidar nuestra autoimagen en tiempos de redes sociales
Las redes sociales pueden amplificar nuestras inseguridades y hacernos sentir que no somos suficientes. La comparación constante puede desgastar nuestra autoestima y alejarnos de la realidad de nuestro propio valor. Sin embargo, podemos aprender a gestionarla con conciencia y cuidado. Cuestionar lo que vemos, redefinir nuestros estándares, establecer límites y cultivar la autocompasión nos permite protegernos y construir una relación más sana con nosotros mismos.
No se trata de evitar la comparación, sino de ser conscientes de su impacto y asumir la responsabilidad de cómo nos afecta, tomando decisiones que resguarden nuestro bienestar emocional.